Wednesday, January 24, 2007

¡Música!


Ana me pidió de dedicarme a los vivos y Luna me contó que leía demasiada tristeza en los blogs de Ana y mí. De acuerdo. Aquí os pongo fotos de la fiesta para mi 50 aniversario (hace aaaños). Entre las chicas que cantan delante de la puerta de nuestra casa que va al balcón y después hacia el jardín se encuentra mi hija. ¿Pau, La-de-Marbella, la reconocéis?

Los músicos en el jardín vienen de América Latina o, para ser más preciso, de Uruguay y Argentina. ¿Quien de los latinoamericanos que visitan mi blog reconoce el cantante a la izquierda (no hay premio)? La señora al lado de mí es mi señora, ya desde algún tiempo, o mejor dicho ya desde casi 40 años... Y no me siento viejo, ni desgastado (surge asínomás, tengo que buscar su significado en el diccionario), ni quéséyo de triste... ¡Al contrario!

Friday, January 19, 2007

Ernesto (6)

Ernesto, ¿has escuchado mi guitarra? Cuando tocaba la guitarra siempre mirabas a mis dedos y decías: Eso yo nunca podría hacer... mis dedos son demasiado gruesos.

Tus dedos eran herramientas muy aptas, siempre disponibles. Hacías todo lo posible con ellos, romper, torcer, cortar y hasta girar un tornillo con esas uñas fuertes tuyas, irrompibles.

Siempre entrabas por la puerta principal de nuestra casa porque nunca nos diste la llave con que abriste aquel día de un otoño gris la casa que iba a ser nuestra. De cierta manera, tú tenías más derecho a esa llave que nosotros. Hubiera sido una ruptura del pacto secreto entre nosotros si hubieras pedido permiso para mantenerla, como igual lo había sido si nosotros te hubiéramos dicho explícitamente que podías mantener la llave para siempre, hasta el fin de tu vida.

Nunca hablábamos del final de tu vida y sólo me di cuenta que podías morir cuando volví ese verano de una conferencia en Canadá y te hice una visita en el hospital la misma tarde. Sin embargo, los otros no se dieron cuenta de tu muerte anunciada, ni tu mujer. Sólo Belle me dijo que temía que ‘abuelo barbita’ iba a morir. Me acaba de contar, emocionada, que no sólo era su intuición sino que tú la habías avisado que ibas a morir.

Todavía te escucho entrar por la mañana cuando mi compañera y yo estábamos todavía en la cama. Entrabas siempre hablando en voz alta, haciendo claro que era "goed volk", gente amiga, que entraba. Y dejaste claro que querías charlar.

Me encantaría oír tu voz otra vez, en vivo, en voz alta. Y si entras algún día, te preparo un café, en pijama, y... charlamos.

Tuesday, January 16, 2007

Ernesto (5)

De chico te gustaba entrar en el taller de tu tío, el mueblista. Hiciste las labores simples de cepillar (a mi, desde joven me fascinan las serraduras, sus formas y su olor) y pulir. Después tu tío te encargó tareas más difíciles. No te gusto la escuela, eras inquieto, querías salir, descubrir, actuar. Tu primera profesión era la de carpintero. Después siguieron muchas profesiones más. Durante varios años fuiste sastre, "chef coup" en un taller, dando instrucciones a un grupo de mujeres. Las historias que nos contaste sobre esa época fueron siempre llenas de humor, amor, orgullo y, eso también, cierta nostalgia.

Eras fuerte, más fuerte que yo. Solamente dos veces yo era más fuerte que tú. En tu casa hicimos una noche la prueba quien podía apretar más fuerte una báscula. Tú llegaste a 75 Kg. y yo… a 80… y aún 85 Kg. Tanto tú como yo nos quedábamos sorprendidos. La otra vez fue ese invierno frío cuando nosotros hicimos una gira de patinaje por los canales y lagos en los alrededores. Tuviste que aceptar que yo tomaba la cabeza, contra el viento, y que tú y A. me seguían, protegidos. Me encantaría hacer esa gira otra vez.

Test 2

otro test

Thursday, January 11, 2007

Sin palabras

Monday, January 08, 2007

Ernesto (4)

Ernesto vivía con sus padres en una calle en Ámsterdam cerca de lo que ahora conocemos como La Casa Ana Frank. Ese día los militares alemanes golpearon la puerta de la casa porque alguien había delatado, había traicionado y dicho que tenían escondidos a judíos. Llegó un momento en que un oficial alemán golpeó al joven Ernesto con su cabeza contra el fregadero de granito para sacarle información. No habló. Llevaron a sus padres. Ellos permanecieron largo tiempo (tengo que preguntar a mi compañera o la esposa de Ernesto cuanto tiempo, creo que fue un año) en un campo de concentración, hasta que un día un médico alemán militar, que vino de visita al campo, reconoció la mamá de Ernesto; ella era la enfermera con quien había trabajado en el tratar de los heridos en la batalla del "Grebbeberg", un sitio al lado del río Rin donde los militares alemanes y holandeses lucharon en los primeros días de la invasión alemana en 1940. El médico alemán logró soltar a los padres de Ernesto.

Cuando Ernesto me contó la historia del oficial que le había golpeado con su cabeza contra el fregadero, sus ojos brillaron aún más intensos que normal. Fue la única vez en que le escuché (escuchaba?) decir que hubiera querido matar a ese hombre. Entendí su rabia.

Mi amigo Bernardo me envió por e-mail la letra de un tango que precisamente se llama Madreselva (es de 1931) y que cantaba Libertad Lamarque, una muy importante cancionista argentina, incluso en una película de la época con el mismo nombre, Madreselva.

Ernesto (3)

"Porque también fue un hombre de historias; le encantaba escuchar a nosotros para superarnos después con una historia aún más impresionante," dice mi hija en su comentario al post anterior sobre Ernesto. No fue eso que me hizo llorar y abrazar a mi hija para compartir sentimientos de pena, era lo que dice ella al final. Reproduzco su comentario aquí en completo:

"Hola papá:

Me alegro de leer algo sobre Ernesto, o mejor dicho 'abuelo barbita' como era para mi e Jannis. Él quiso ser el abuelo que nunca habíamos tenido y sin duda alguna lo era de tal forma, que era el abuelo más querido que hemos tenido en la vida. No sólo nos ayudó con arreglar multitudes de cosas en casa, con su estilo tan propio e original que yo lo llamaría 'arte', pero también fue un gran hombre para toda nuestra familia, y en especial para mí e Jannis.

Recuerdo que siempre nos ayudaba con la organización de nuestras fiestas de cumpleaños, que me regaló el columpio que todavía está en el jardín, que construyó dos jaulas grandes y bonitas para los conejos, y que siempre, pero siempre, se sentía responsable para nosotros y que hacía todo para sentirnos bien y a gusto.

Recuerdo todas las vacaciones juntos; por supuesto él nos llevó al aeropuerto con su coche lleno de maletas, mochilas y los niños pequeños detrás. Y, naturalmente, nos iba a buscar también cuando habíamos vuelto de Grecia, Italia o España. Siempre nos estaba esperando en el mismo aeropuerto, él con la cara de un abuelo contento de ver a sus hijos e nietos, nosotros con caras morenas del sol y muchas historias a contar. Porque también fue un hombre de historias; le encantaba escuchar a nosotros para superarnos después con una historia aún más impresionante. Su memoria del pasado era como un lago profundo del que pescaba miles de recuerdos e historias reales.

De ellas recuerdo, sobretodo, las historias de la Segunda Guerra Mundial. En secreto, abuelo barbita ayudó a los judíos, colectando comida para ellos que distribuía con su triciclo de reparto. Y, como dejaba traslucir de vez en cuando, no sólo trataba de comida. No me sorprendería si algún día se presenta aquí una persona, ya con la cara de viejo y llena de arrugas, de la que abuelo barbita le ha salvado la vida.

Su muerte, tan pronto e inesperado, veo casi como un crimen y una ruptura demasiado grande para un hombre tan fuerte, grande e inmortal. Pero inmortal sigue, por todo lo que ha hecho en su vida y todas las ‘gracias’ que están gravadas en los corazones que ha dejado atrás."

(Esta mañana encontré, por casualidad, una foto del kamperfoelie, al lado de Ernesto y al lado del cuarto desde donde escribo.)

Saturday, January 06, 2007

Ernesto (2)

Nos abrió la puerta cuando visitábamos la casa en venta. Me enamoré de esa casa por su kamperfoelie (después buscaré el diccionario) por atrás, al lado de la escalera que iba (se dirigía?) a lo que es ahora mi cuarto de estudio, mi oficina en casa, mi lugar preferido por las mañanas tempranas, las madrugadas en que no puedo dormir más y me levanto, esta mañana no tan temprano como ayer cuando escribí el primer relato sobre Ernesto, o mejor dicho, quise escribir el primer relato sobre Ernesto, un hombre muy importante en mi vida, en nuestra vida, en la de mi compañera y de nuestros hijos.

Nos abrió la puerta y nos enseño la casa (no, nos mostró la casa... o está bien así: enseño?), una casa de madera, una casa antigua, de tres pisos y una tienda de verduras pegada a ella, y un jardín un poco abandonado, y también la casa era un poco abandonada, faltó la pintura, parte de la madera era mala... la casa era tan abandonada y mal cuidada que una amiga nos dijo: Están (estáis) seguros que quieren (queréis) la casa?

Sí, éramos seguros. Y al final del paseo por la casa preguntábamos a Ernesto: ¿Estaría Ud dispuesto a hacer las labores de que hemos hablado para mejorar la casa?

Dijo que sí y así se desarrolló una amistad entre él y nosotros para toda su vida, la vida que todavía le quedaba. Era menos largo que yo había esperado. (Esperar tiene en holandés dos sentidos, dos significados: hopen y verwachten y ambos sentidos son válidos: his life was shorter than I had hoped and expected)

La foto arriba la puso mi hija, hace un mes o dos meses, en la repisa de la chimenea. Kamperfoelie es madreselva.

Friday, January 05, 2007

Ernesto (1)

Au lieu de dire: Je descend d'une pente rapide en el post anterior dije Bajo de una... cuesta? Y ¿qué es rapide en castellano? Soy otra vez flojo (o significa el uso del verbo ser que siempre soy flojo y tengo que decir estoy flojo?) y no busco la traducción de pente rapide en un diccionario. Soy tan flojo que ni voy a poner los acentos en mi post anterior. Y andando en bici por La Haya, rumbo a mi auto (mi coche) que me iba a llevar (traer? transportar?) a Ámsterdam, pensé que ni yo había entendido completamente lo que había escrito en el post anterior.

¡¿Cómo es posible que alguien no entienda sus propios escritos!? Tutto è possibile.

Andando en bici por las calles de La Haya (algunas calles nomás, las que me llevaban a mi coche) pensé también que ya había dejado de escribir en esa mezcla de idiomas que andan por mi cabeza (no porque soy despistado, caótico o idiota), con la excepción de une pente rapide. La imagen de une pente rapide venía de la foto que puse, pero su significado escondido (la asociación) iba más allá del simple hecho de que, normalmente, bajas más rápidamente de une pente rapide de que la subes, sobre todo cuando andas en bici. (Sin embargo, a mi me gusta subir más rápido.)

No voy a cansarles, aburrirles más, porque en realidad (al principio, en principe, eigentlich, originally, originalmente) quería escribir sobre Ernesto, el hombre con la barba. Lo haré en un próximo post.

E la nave va

Me bajo d'une pente rapide
llego subito al mar de las dudas
dudando navego al otro lado
hay miles de excusas para limitarme
y recurrir a la vida nocturna diaria
de fantasias no precarias.

Dudo del significado de precario
soy flojo y no busco diccionario
vuelvo al tema escondido
vuelvo al texto de la grumete
(ahi si busque su significado en el diccionario)
la grumete... palabra bonita.

Dice la grumete que quiere
cambiar nuestro mar de dudas
lo entiendo, pero dudas son preciosas
joyas para excavar y bucear.

Nadie me va a entender
si sigo con el gusto por zapatos planos
si digo que hablar de amor
es algo precioso,
no precario.

E la nave va.

(Pondre los acentos luego, en casa, aqui no los se poner. Correcciones de gramatica... bienvenidas! Correcciones de estilo... imposible! E la ave va y todos dicen que me entienden, pero dudo, por lo menos esta vez.)

Tuesday, January 02, 2007

Un orfebre de los silencios

Me gusta compartir reflexiones inacabadas, no terminadas, recién empezadas, inachevées, juste commencées... las encuentro más interesantes que las bien pensadas, acabadas. Es la aventura de los pensamientos, del nuevo y del viejo, del conocido y no conocido, del verbal y pre-verbal, del pasado y futuro. Es el desafío de cavar, de creuser, nel archivo della memoria, y de mirar a lo que viene desde el punto delantero de un barco, di una nave sin destino fijo.

La foto arriba ha sido tomado fines de los años setenta, digamos hace unos treinta años, más o menos a la mitad de mi vida, en un sitio sureño de España, Tarifa, donde soplaba un viento fuerte en aquel entonces y donde sigue soplando un viento fuerte me han dicho... pero esta vez no, cuando mi compañera y yo pasábamos los últimos días de diciembre en un sitio cerca de Tarifa, que se llama Zahora y que está al lado del faro Trafalgar y un poco más lejos está Barbate... supongo que ahora todos los españoles saben (sachent en français, pero no sé el condicional en castellano y tampoco sé si se debe usar el condicional aquí) donde se encuentra más o menos Zahora.

No quiero hablar de Zahora, aunque el lugar es precioso y pasé ahí unas vacaciones maravilhosas (sí, queda também vicino a Portogallo), sino de un libro que empecé a leer en el avión, que seguí a leer en la terraza de la casa de Milagros y Pedro en Zahora y que no he terminado todavía. El libro se llama "Nachtzug nach Lissabon", Tren de noche (tren nocturno?) a Lisboa, y su autor se llama Pascal Mercier (nació en Bern, la Suisse, der Schweiz, Suiza). Lo leo en alemán y no sé si ya salió en castellano, en holandés sí y en Holanda es un gran éxito (detesto la palabra bestseller).

Anoche hablé sobre Tren nocturno a Lisboa con mi hermana griega a quien yo había regalado el libro en su traducción holandés este verano y a quien le gustó mucho el libro. Ella me había dicho antes que el libro tiene mucha semejanza al libro que he escrito hace un par de años et qui est non-achevé, no terminado y no publicado (por supuesto). Y es verdad, la coincidencia de temas, de referencias y otras cosas es notable, dije a mi hermana, pero hay una gran diferencia: mientras que El Tren nocturno a Lisboa elogia "um ourives das palavras", ein Goldschmied der Worte, een goudsmid van woorden, a goldsmith of words, un orfebre de las palabras, yo elogio en mi libro un orfebre de los silencios.

Un poco después de la conversación con mi hermana griega abrí el libro que Luna me ha regalado: Corazón de Ulises, de Javier Reverte. El primer capítulo se llama "Donde el silencio habla".